Esta imagen pertenece a uno de los últimos clásicos entrenados en la gran pantalla, Tiana y el Sapo. Esto significa que las princesas vuelven a estar de moda y que regresan los palacios y los trajes de ensueño, las coronas y las brujas. Pero los nuevos cuentos de hadas muestran una diferencia: las princesas ya no son damiselas en apuros sometidas al revisionismo del feminismo y a unos padres preocupados por los valores que les inculcan a sus hijas. Las nuevas princesas son distintas: no esperan a que el príncipe las salve, son desididas, ellas mismas se embarcan en sus propias aventuras y se preocupan por su sustento.
Haciendo una análisis de la diferentes princesas podemos observar que Pocahontas, era india; Jasmín, era árabe; Mulán, china; Tiana, una de la última princesa de Disney, es afroamericana. Es por estas princesas de diferente nacionalidad que sabemos que a lo largo del tiempo Disney ha querido resaltar y enseñar, sobre todo, a la sociedad infantil la importancia del: "todos somos iguales" y que una simples diferencias en las características físicas o en las tradiciones no implican absolutamente nada, salvo la adquisición de conocimiento, de nuevas formas de vida y de sociedades.
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